martes, 26 de mayo de 2009

Agua choca contra cuerpo

“La ofensa hecha a las aguas puede disminuir físicamente aunque guarde indemne la reacción de las aguas violentas, […] la ofensa puede pasar de la flagelación a la simple amenaza. Un golpe de uña, la mácula más ligera puede despertar la cólera del agua.” (Gaston Bachelard)

Cada vez que un elemento se molesta, su cólera se hace universal; la tormenta ruge, el rayo estalla, el granizo crepita, el agua inunda la tierra. El agua, elemento más femenino y más uniforme que el fuego. Agua, el elemento más constante que se simboliza mediante las fuerzas humanas más recónditas, más simples, más simplificadoras. Con su gusto amargo y fresco, fuerza su espacio en el drama humano. La estructura del ser humano incorpora materiales de cualquier consistencia que luego ésta desprecia. La erótica del odio, del amor, define el cuerpo en su existencia acerba. Alborotándose, el cuerpo se rebela, cadenas en sus pies, contra la naturaleza invencible. Crujiendo en nuestro cuerpo, el agua se difunde en cada arroyo y aplana hasta hacernos iguales en nuestras exigencias. El liquido esencial, congelado o hirviendo, choca con el cuerpo y nos lanza a la dependencia mutua. Jugamos con la fuerza incalculable, ella juega con nosotros. La violencia, la malignidad ataca cuando uno cruza su límite, provoca un poder imparable. La colisión de la carne y la onda culmina en una batalla que no se puede ganar. Una lucha contra la otra, pero esta lucha está perdida desde el comienzo. Nos valemos de la fuerza, la vena indispensable se metamorfosea en el enemigo de la vaharada humana. Perdiendo, esa victoria más rara, más peligrosa, más meritoria, percibimos esa triple sintaxis de la vida, de la muerte y del agua. La vida y la muerte son las más desesperadas, la pena es infinita.


jueves, 7 de mayo de 2009

Agua vital, agua violenta


Relaciones en posiciones antagonistas entre hielo-agua y fuego, dos condiciones del mismo material, propriedades del movimiento constante, moribundo en cada momento, nunca desaccionando; circulando, fluente y aún persistente, forma sostenida y continua de la muerte.